En primer lugar, construyeron una base de carbono antes de añadir el sulfuro. Gracias a ello, tenían un nanomaterial poroso interconectado cuya estructura no se rompía cuando la batería se cargaba, a diferencia de lo que ocurre con los cátodos usados actualmente. Sin la estructura de carbono, en los ciclos de carga y descarga anteriores se producían cátodos muy densos y compactos, con menor superficie y poros más pequeños, lo que reducía el rendimiento de la batería.
Con la estructura de carbono, el cátodo ofrece una carga un 48% mayor, y un 26% menos de degradación que con los métodos convencionales. Con todo esto, los investigadores afirmaron que consiguieron almacenar 1.220 mAh por gramo de material. En comparación, un cátodo de ion de litio puede almacenar 140 mAh por gramo, unas 9 veces menos. Además, consiguieron mantener la capacidad de carga durante más de 200 ciclos con una pérdida mínima de capacidad.
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